Saturday, December 25, 2004

De Religión

Pasó la navidad, menos mal. De nuevo, aunque solo por menos de tres semanas, Bogotá vuelve a ser un remanso de paz. Que bendición no estar en Cartagena, con cada inmundo chuzo atestado de citadinos diciendo que la estan pasando divinamente, mientras intentan inútilmente esquivar al vendedor de gafas por decimo cuarta vez.
La víspera de navidad estuve en la iglesia. Hacía mucho tiempo que no iba yo por esos lados. Mi infancia estuvo marcada por visitas frecuentes a la iglesia. Recuerdo especialmente la misa dominical en la iglesia de la Calle 100, el domingo a las 10 de la mañana en la que el sermón tenía que durar exactamente 20 minutos, independientemente de que la carreta preparada durara solo 15 y el cura párroco simplemente decidiera comenzar de nuevo, no sin antes proferir un grito, no sabemos si fruto de la emoción o con el interés de despertar a quienes habían sucumbido a los encantos de Morfeo y roncaban calladamente en sus asientos.
La religión nos marca, aunque no queramos. No solo como personas, la religión nos marca como cultura. En 1910 la persona mas poderosa de Colombia, después del Presidente de la República era el gran jerarca de la iglesia, Monseñor Ismael Perdomo. Pero yo creo que la influencia en la cultura es aún mas profunda. Los motores capitalistas de la sociedad occidental (EEUU, Inglaterra y Alemania) no son católicos, son protestantes. Vienen de una sociedad en la que el premio es de esta vida y no de la otra. Calvino decía que solo los buenos se salvarían y, sobresimplificando lo que decía el personaje, que la única manera de saber quien era bueno era viendo quién tenía éxito en este mundo. Bajo esta ética tiene sentido trabajar y tiene sentido progresar, inventar y producir, porqué es éticamente correcto, esta bien visto desde la religión. El catolicismo se ha contentado con promulgar "Felices los pobres, porqué de ellos es el reino de los cielos". Es decir, no seas de los ricos, porqué ricos eran los publicanos y los romanos de los tiempos bíblicos, debes ser pobre porqué asi vas al cielo. En otras palabras, no te quejes de tu miseria que el premio viene después.
El Nuevo testamento habla constantemente del Perdón, de la importancia del perdón y la mayoría de las homilias de los curas párrocos de este país del sagrado corazón son felices enfatizando esto, negando la posibilidad del bien. El hombre es malo desde que nace, viene con el pecado original, podemos hacer cosas para arreglarlo, pero lo asumimos culpable, hasta que no demuestre lo contrario, y tiene que demostrarlo día tras día. Ustedes disculpen, pero creo que es una visión en exceso pesimista de nuestra existencia, una visión muy oscura, que nos condena al pecado, con el paliativo del perdón, pero suponiendonos siempre culpables.

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